Esta vez sucedió más tarde de lo habitual, pero Cracovia,
por fin, se ha decidido a ponerse su vestido blanco. Ha colgado los trajes
anaranjados y las hojas de los árboles en el armario y se ha decantado por
pisar sobre alfombra blanca. Le ha dado la mano al invierno y viene preparada
para pasear con él durante los meses que vengan. No le da miedo el frío, sabe
abrigarse. Sabe que de blanco está preciosa y que ante ella, reluce cualquier
cosa con el mínimo rayo de sol que se cuele entre las nubes.
Cracovia, te queda estupendo tu vestido nuevo.